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Una revolucion casera
"En vano busqué, en el mar sin fondo de los placeres, así como en los abismos del conocimiento, un lugar en el que echar el ancla. Sentí la fuerza apenas resistible con la que un placer tiende la mano al otro; experimenté esa suerte de incierta exaltación que el placer puede provocar; al igual que viví el tedio, el profundo desgarro que lo sigue. Saboreé los frutos del conocimiento y, con no poca frecuencia, disfruté igualmente del gozo de probar su dulzura. Pero no solía durar este placer más que el instante mismo del conocimiento, ni solía dejar en mí una huella profunda. Se diría que, más que beber de las fuentes de la sabiduría hubiese caído en ellas." Kierkegaard 1835.
jueves, 23 de junio de 2011
hoy...
Meterías al universo entero en tu calleja,
¡Mujer impura! El hastío torna tu alma cruel.
Para ejercitar tus dientes en este juego singular,
Necesitas cada día un corazón en el pesebre.
Tus ojos, iluminados cual tiendas
Y tejos llameantes en los festejos públicos,
Utilizan insolentemente un poder prestado,
Sin conocer jamás la ley de su belleza.
¡Máquina ciega y sorda, en crueldades fecunda!
Salutífero instrumento, bebedor de la sangre del mundo,
¿Cómo no tienes vergüenza y cómo no has visto,
Ante todos los espejos, palidecer tus atractivos?
La grandeza de este mal en que te crees sabia
¿No te ha hecho nunca retroceder de espanto,
Cuando la natura, grande en sus designios ocultos,
De ti se sirve, ¡oh mujer! ¡oh reina de los pecados!
—De ti, vil animal—, para amasar un genio?
¡Oh, fangosa grandeza! ¡sublime ignominia!
Charles Baudelaire, Las flores del mal
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